Esto no es teatro del bueno, ¡es teatro del buenísimo… con extra de salsa picante! «Divine Miracle» se zambulle de cabeza en el lodazal (con purpurina) de las situationships. ¿Que qué son? Pues imaginen un limbo emocional con Wi-Fi, un territorio sin fronteras donde las reglas se escriben en servilletas de bar y la pregunta «¿somos algo?» resuena más que la canción del verano. Es como estar en una relación a la que le da pánico el compromiso, como un «estamos, pero no estamos» elevado al cubo.
En un batiburrillo histórico digno de una fiesta de disfraces donde nadie se ha puesto de acuerdo con la temática (romanos, medievales y modernos conviviendo como si nada), aparece Jessica. Y aquí empieza el festival del drama (con su correspondiente dosis de comedia, ¡que no falte!): Jessica descubre que su padre… ¡resulta ser un completo desconocido! ¡Plot twist digno de una telenovela venezolana! Este notición la catapulta a una búsqueda existencial más intensa que encontrar aparcamiento en el centro en sábado. Y, ¿cuál es su brillante solución? ¡Fundar una asociación, claro que sí! ¿Por qué no? Total, más madera.
Pero, como Cupido es un vago con problemas de vista (y probablemente con una resaca épica), el amor (o esa cosa indefinible que se le parece) decide liarla parda entre los miembros de la asociación. Enredos amorosos más complicados que un jeroglífico egipcio, celos dignos de un drama griego, malentendidos que harían sonrojar a Shakespeare y, por supuesto, un buen puñado de situationships que te harán preguntarte si la humanidad tiene solución. ¡Y prepárense para el bombazo final! Una de estas situationships… ¡termina con un personaje criando malvas! ¡Sí, señoras y señores, muerte por indecisión sentimental! ¿Exagerado? ¡Para nada! En el amor, como en la vida, a veces las cosas se ponen… ¡más intensas que un debate en Twitter!
Con una puesta en escena que mezcla lo barroco con lo minimalista (como un cuadro de Dalí pintado con Lego), y la danza como idioma oficial de nuestros personajes (será como ver «Dirty Dancing» con un toque de Monty Python), «Divine Miracle» les hará reír a mandíbula batiente, reflexionar sobre las complejidades del amor moderno (y del de todas las épocas, a juzgar por el batiburrillo histórico) y, probablemente, reconocer a algún conocido (o a ustedes mismos, ¡no se hagan los santos!) en alguna de las desopilantes situaciones que se desarrollarán sobre el escenario. Prometemos una experiencia emocionalmente resonante, aunque les advertimos: ¡podrían salir del teatro con unas ganas irrefrenables de mandar un WhatsApp preguntando «¿qué somos?»… o de borrar todas sus apps de citas y hacerse ermitaños!